La tierra más lejana (1955), Alejandra Pizarnik. Editorial Lumen, Bogotá, D. C. Colombia, 2015, págs. 7-34.
mis ojos? / ah!
trozos de infinito.
Con
la Poesía completa de Alejandra
Pizarnik me resultó muy difícil acoplarme, probablemente venía
acostumbrado al ritmo de la narración. En cada poema me detenía, me dejaba
perplejo, no por haber descubierto ciertos significados, sino por lo oscura y
caótica, hermética y apoteósica, sencilla y envuelta en su lenguaje conceptual.
Tuve que hacer un alto en el camino, tenía pequeños datos de que se había
quitado la vida, así que me dije, —sería conveniente ver con detenimiento algún
documental—. Ya con esta ventana abierta hacia sus entrañas logré adaptarme, no
completamente, pero sí tomando como referencia ciertos capítulos de su trasegar
para poder digerir de forma ligera su mundo.
Sería
muy osado intentar resumir en unas cuantas páginas su obra completa, puede que
los temas sigan orbitando cada vez con mayor profundidad, no obstante, consideré
la idea de que cada poemario fuera reseñado para seguir un hilo conductor. En
este caso concreto destacaré algunos temas que desde los estados de ánimo pude
percibir en La tierra más lejana, el
caos, la tristeza, el tiempo, la escritura y los recuerdos.
Los
contrastes son bien fuertes, desea apoderarse del mundo, pero se ve atrofiada
por el tiempo, y parece que toma parte de este para situarse a sí misma, en el
poema exactamente, como las hojas de los árboles los versos se sitúan para ser
el poema , ha logrado poner un poco de orden al caos, ese que siempre nos
acompañan. Así lo hace ver en Reminiscencias:
“el tiempo estranguló mi estrella / la sombra de mi sol tritura la / esfinge de
mi estrella”, está atada, mancillada por el caos y el tiempo, por el
desasosiego, por los recuerdos, por la nada.
La
tristeza la lleva a cuestas, de eso no hay duda cuando nos dice, “mis pupilas
oscuras piedras caídas”, y de nuevo el tiempo y la noche, el único estado en el
que puede estar en paz consigo misma a la manera de Penélope, “la noche
desanuda su bagaje”. A Pizarnik le resultaba convulsivo el día, la
cotidianidad. Hay un poema que llamó mi atención por la intensidad en la que el
sol fijaba su sombra como si este fuera un fragmento de las mismas sombras en
consonancia con la oscuridad.
A
mi modo de ver, considero que en La
tierra más lejana hay una estrecha relación entre el tiempo y el caos,
parece que las distensiones se decantan en la misma poesía como su manera de
ser y de enfrentar un monstruo que está al acecho, en constante apogeo con su
escritura, con su posición frente al mundo, existiendo sin escatimar lo que le
parece extraño, monótono, oscuro a pesar de la luz, a pesar de los días, a
pesar de su devenir. A esta relación se suman la soledad como su impronta
personal, por eso puede asumirse a sí misma: “las voces se elevan queriendo
matizar las aspiraciones de soledad a que obligan los espacios”, de otro modo
sería imposible converger, coexistir si no fuera a través del poder que le
ofrece la noche, aquella secuela del caos impregnada como una cicatriz, la
única que le hace cada vez más fuerte.
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